Todo comenzó con un sonido de alarma. El joven que dormía profundamente en su cama en un colchón escucha el sonido de la alarma que se convierte en una molestia. Finalmente, tuvo la destreza para detener la alarma, pensando que sería capaz de quedarse un poco más en el mundo de los sueños. El sol que brillaba con fuerza pasó a través de las persianas de su habitación, acariciando con aquellos rayos de luz sus pijamas de seda.
A pesar de su figura atlética que cautivaba cualquier mirada desde el primer asalto, no era feliz y a pesar de que tenía todo lo que uno podía desear, era una de las personas más tristes que había.
Los cocineros, “los conductores”, los sirvientes, todos estaban a su merced, pero no tenía a nadie más solo a ellos.
«La soledad siempre le cantaba profundamente al oído acompañado de un violín, una flauta y el piano en sus oídos y unos animales que eran parte de su imaginación debido a la fobia que tenía solo en su mente podía acariciarlos, y sólo allí podía jugar con ellos.»
Imaginación…el sitio perfecto para vivir, pero como cualquier imaginación te vuelve a tocar la realidad, de repente, el timbre de la puerta comenzó a sonar sin parar.
¿Quién podría ser en esa hora de la mañana?
No tuvo otra opción que levantarse. Él abrió la puerta, y vió un montón de periodistas con cámaras y una joven que empujaba entre los periodistas ¿Se me ha olvidado un detalle,verdad? Aaa, sí… el joven era un actor. Un reconocido actor que tenía 24 años. Su nombre era Carlos, Carlos Garcias.
Cuando el flash de las cámaras lo cegó, metió a la chica en la habitación y cerró la puerta. Ella estaba allí por una razón. Ella tenía el paraíso en sus manos. Un billete, alojamiento de hotel, cenas finas y muchos otros detalles, en un pequeño rincón del mundo, en las Maldivas.
Después de recibir la maravillosa noticia, comenzó de prisa a hacerse la maleta, sin dar demasiada importancia a las cosas que puso en su maleta. El pensó que esas vacaciones cambiarían su vida, que la mejoraría y estaba esperando ansiosamente el momento en el que dejaba atrás Madrid.
Aquella noche pasó extremadamente lenta, pero la mañana se asomaba por la ventana. Con pasos apresurados salió del local y después de unas horas de largo viaje aquella espera larga,terminó.
En la salida del aeropuerto, le esperaba la limusina del hotel en el que se alojaba, pero la tenía que compartir con otra persona. Lo que no sabía era que aquélla persona cambiaría su vida para siempre.
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